Historia sobre tréboles de la suerte y gallinas afortunadas

“¿En qué se basa la suerte de los tréboles de cuatro hojas?”, nos pregunta Res, uno de nuestros más fieles lectores, el cual reitera su solicitud de permanecer en el anoni­mato. Por consiguiente, le ponemos otra vez el nombre de Rolf y le agregamos un asterisco con una pequeña nota: “Nombre cambiado por la redacción de Askforce”.

La respuesta a la pregunta de Rolf* es muy simple: el trébol de la suerte encierra una paradoja, porque es el trébol más desafortunado de todos. Si alguien lo encuentra, está perdido. Si esta plantita normalmente trifoliada (su nombre en latín es Trifolium) extiende sus cuatro hojas hacia el sol a la vera de algún camino, seguro que la arrancarán, la aplastarán en algún diario cursi y, en el peor de los casos, terminará deshidratada y pegada a una empalagosa carta de amor. Esto va para los más jóvenes: la carta de amor es una especie de chat teñido de erotismo y sin App. La suerte del trébol de cuatro hojas es, por tanto, extremadamente efímera, excepto si tiene la fortuna de encontrarse en medio de un prado, lejos de cualquier mirada.

Querido Rolf, no hay nada más que agregar. A lo sumo, lo siguiente: que la suerte del trébol de cuatro hojas es exclusivamente del que lo encuentra, y nunca del propio trébol. Por cierto que en cuestiones de suerte nunca hay que dormirse en los laureles.

Porque la suerte no solo se encuentra en los campos de tréboles. El reino animal también tiene sus especies de la suerte. Por ejemplo, si asumimos que el éxito trae la felicidad, entonces la gallina doméstica es el ser vivo más afortunado de la creación: en toda la historia de la evolución no hay otro animal con tanto éxito reproductivo como este, ni con una infancia más segura. El pollito pasa una niñez feliz y despreocupada en los criaderos, con veinte mil compañeros de la misma granja y en un entorno seguro, rodeado de alambre de púas que lo protege del malvado zorro (que entonces se ve obligado a robar gansos). Y así, cada año 45 000 millones de pollos domésticos alcanzan el peso adecuado para ir al matadero en tan solo 35 días, mientras que las pocas gallinas libres y carentes de protección humana tienen que enfrentarse a una dura lucha por sobrevivir entre cinco y siete años.

El día 35 del afortunado pollo pone punto final a su pacífica existencia: se le anestesia boca abajo en una cubeta de agua con corriente eléctrica, se le punciona, extrae la sangre, despluma y destripa. Los efectos secundarios de esta experiencia realmente drástica son al menos 2,25 billones de años no vividos por cada promoción de pollos. ¿Acaso no es fascinante que, a pesar de ello, siempre haya suficientes ejemplares?

¿Quieren saber lo que es un verdadero golpe de suerte? Que, en su 35.o día de vida, un pollito afortunado se tope en su propio hábitat con un trébol de cuatro hojas, y que pueda engullirlo al instante. Y aquí es donde —por muy poéticamente que lo relatemos— se le saltan las lágrimas hasta al más erudito trebólogo.

Askforce nº 1080
3 de julio de 2023